Juego a la escondida
A veces me aburría en mi casa,
subía y bajaba por las escaleras de madera blancas, yo quería jugar con
Victoria a los pobres, pero, me aburría, me gustaba mucho jugar al escondite,
pero Victoria siempre estaba ocupada, no le interesaba jugar. Sí, yo era la menor de todas, mi papá está en el negocio, mi mamá estaba
con mis hermanas más grandes y yo sola.
Me acosté en mi cama mirando la pared, tenía un color
muy lindo como, marrón oscuro y en la sala un bordo intenso, mi casa se llamaba
“Villa Ocampo”. Victoria se asomó a la
puerta. Saltando y gritando dijo: -Juguemos-. Ella contaba, me escondí en el
armario, era obvio que no revisaría ahí
porque estaba el saco sucio de la niñera.
Bueno,
yo sabía que no revisaría el armario y no lo revisó. Me quedé un día, no podía
ver nada sólo en la cerradura de la puerta vi la falda de la niñera, quiso
sacar su saco de lana todo destejido. Un hilo de lana se movía mientras la
niñera seguía tirando y tirando, el hilo se subió por mi vestido rosado hasta
el cuello, trataba de decirle a la niñera que me ahogaría. Victoria me siguió buscando pero, ya no me
encontraría porque caí al suelo con fuerza, Victoria oyó y llegó, me vio en el piso, la niñera miraba a Victoria
gritaba con furia: –Es un juego, es un juego-
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